Pinochet el genocida,
llego a Santiago de Chile porque el gobierno inglés le permitió
la huída de la justicia.
La justicia que los
gobiernos europeos cacarean constante y demagogicamente cuando se trata
de sus derechos o de zonas política y económica estratégicas
Pinochet fue recibido
por sus pares: los militares asesinos, su familia de chacales, y la derecha
recalcitrante.
Los genocidas aliviados,
tienen por defensores y socios a insospechados compañeros de ruta
: la tercera vía, la de lavarse las manos, la de ponerse junto al
interés del capital que implementa genocidios.
Pinochet bajó
del avión pisando una alfombra roja, roja como la sangre de sus
víctimas, a quiénes Straw, Blair, Aznar, Matutes, les han
denegado una vez más, el derecho a la justicia.
Cabe preguntarse, en
función de las consideraciones humanitarias esgrimidas a favor de
Pinochet, que si se tratara de víctimas del primer mundo, esos despreciables
personajes, actuarían igualmente en la protección de Adolf
Hitler.
A Pinochet se le imputó
en las actuaciones judiciales por crímenes de lesa humanidad donde
las pruebas condenatorias exceden límites imaginarios. Una convención
contra el genocidio emitida en 1948, alumbraba después del holocausto
nazi, espacios de justicia y de conciencia. Una convención -a más
de 50 años de promulgada- se aplicaba novedosa y excepcionalmente.
Pero duró poco la ensoñación. Las leyes no se aplican
contra los poderosos y los ricos. Las leyes se aplican furibundamente contra
los pueblos y contra todo aquel que no se someta. A quién lo dude,
sólo le bastará asomarse a las celdas de los presos políticos
para encontrar sobradas respuestas.
Muchos han pretendido
los caminos judiciales asépticos, despreciando la movilización
popular y los reclamos callejeros. Straw-Blair y los pactos intergubernamentales,
echaron por tierra la justicia impoluta.
Muchos pretenden hacernos
creer que en Chile se le juzgará. La hipocresía es lisa y
llanamente, complicidad.
Los genocidas en arrestos
domiciliarios, por razones de edad o de incontinencia, es una burla cruel
a los miles de desaparecidos, torturados y asesinados.
Lo andado hasta el presente
en pelea desigual, para que la memoria sea el compromiso de futuro y de
justicia, no se borrará por esta decisión oprobiosa ni por
todos los que colaboraron en su elaboración y puesta en práctica,
ni por peores obstáculos : más temprano que tarde, la lucha
popular abrirá las anchas alamedas por dónde caminarán
las mujeres y hombres dignos que jamás olvidaron ni perdonaron.